VOLVER A AMAR, ABANDONAR EL MIEDO…

Vaya… y el amor nos sorprendió.

Cuando irrumpe el amor, no pide permiso, ya podemos tener miedo, estar enfadados con las circunstancias de la vida, o lo que hayamos decidido para evitarlo, que él, sin permiso, llega y se instaura en nuestra piel.

Y sentimos como todo nuestro ser cae en un torbellino de emociones, que no podemos/queremos dejar pasar, porque nos mueve y a la vez nos alimenta, haciendo de ese espacio de vida, magia…

Recordamos que es hermoso estar vivos, olvidando el letargo de donde, a lo mejor venimos.

¿pero nos animamos a saltar?, ya que el amor llega, se instaura, te moviliza, pero, lamentablemente a veces el miedo vence y el amor pasa…

La otra cara del amor es el miedo, es el que nos limita tremendamente la vida, y somos nosotros los que a fuerza de, no sé qué razón, lo imponemos en todo nuestro ser, y entonces el amor sigue su camino, habiendo rozado tímidamente nuestra piel.

Dicen los budistas que el milagro de vivir, es igual a dejar caer un puñado de arroz sobre la punta de una aguja y que uno de ellos se quede en ella, y cuando viene el amor, también se produce el milagro que nos moviliza y cada poro de nuestra piel vibra en un baile de pasión y deseo.

El miedo también moviliza, y será el pensamiento,el que hará que la huida se produzca, instaurando una razón para no saltar y dejarse llevar por la fuerza que nos empuja.

Existen varias teorías con respecto a la duración del enamoramiento, siendo este, la gran fuerza huracanada que hace que la vida siga, porque se encargará de que se produzca el encuentro amoroso para la perpetuación de la especie. Y por debajo de este irá asentándose una base amorosa de encuentro con el otro para que, cuando el huracán pase, quede la seguridad y confianza que hará que, elijamos seguir el camino acompañados.

Confianza, admiración, entrega… ¿cuánto estamos dispuestos a entregarnos a esto?, parece que está de moda no rendirse a los brazos del otro, es como demostrar una debilidad que nos desnuda. Pero muy lejos de esto, podría decir que la entrega nos fortalece, porque a pesar de perdernos en el otro, esto nos consolida como seres amantes, seres que se entregan sin reparos ni condicionamientos a los brazos contenedores y amorosos del amado o amada.

Para amar conscientemente, primero tenemos que amarnos a nosotros, para que en cada abrazo, donde elegimos fundirnos en el otro, siga existiendo en lo más profundo de nuestro ser, esa consistencia que nos identifica, esa conciencia que nos hace únicos, porque el amor, realmente EL AMOR, empieza ahí, y desde ahí nos entregamos, nos fundimos, creemos y admiramos, y entonces la moneda no se da vuelta y el miedo no aparece; y es justo en ese momento, donde debemos agarrarnos bien fuerte de las manos, para comenzar un camino que sabemos que despertará nuestras sombras, porque justamente la presencia del ser amado, producirá el espejo, donde si no estamos muy atentos, creeremos que dicha sombra está en el o en ella.

Cuando nos visita el amor, lo hace para que nos amemos más todavía, para que agarrados de la mano del otro, visitemos nuestras sombras y le pongamos luz.

Animarse a amar es la mejor opción, y en cada desencuentro, la vulnerabilidad de ambos hará que nos volvamos a encontrar, que nos volvamos a amar.

Vivir en conciencia amorosa, es estar atentos a no tener miedo, es abrir el corazón para que lo que naturalmente vive en nosotros, florezca, es amarnos a nosotros mismos, con respeto, e integrando a todo y a todos los que nos rodean, saber que lo que vemos y no nos gusta, no es más que, lo que no nos permitimos ver en nosotros mismos, porque nos duele.

Aprovechar la presencia del otro, con el saber que es mi maestro, es aprovechar la vida.

En el encuentro de pareja las sombras más oscuras aparecerán, porque el amor de pareja es íntimo, como el que vivimos con nuestros padres; pero justamente esto hará que dicha vivencia sea inmensamente provechosa.

Te invito a transitar desde hoy una vida amorosa, permitir que el amor entre, que el miedo no obstruya la puerta, y que arriesgándote a sentir desde muy adentro de ti, camines de la mano del encuentro, del encuentro contigo mismo, del encuentro con el otro.