¿Cuál fue el momento de descuido en el que el miedo nos robó los besos, los abrazos, los roces de manos y de cuerpos?

Desde luego, fue en algún momento en que el amor miraba para otro lado, pero lo más terrible es que el miedo, como un polizón, habita entre nosotros, y nos va separando cada vez más.

La conversación que escuchamos, sin querer al pasar, es de muerte, enfermedad, enfado o tristeza.

Es como si la humanidad hubiese enfermado gravemente, hablamos a distancia, aún sabiendo que el otro no nos puede contagiar, no nos rozamos y mucho menos respiramos en un hondo abrazo amistoso y cálido.

Desde hace ya mucho tiempo se habla de los poderosos que habitan la tierra, de esos que nos convierten en esclavos sin importarles las consecuencias, pero cada día observo que el mal que inyectaron, aquel que refuerzan cada día con noticias alarmantes, no es más que el miedo que hará que vayamos muriendo poco a poco por falta de abrazos reconfortablemente cálidos, de manos que tocan otras manos, de besos que rozan nuestra piel.

El ser humano es un ser social, pero no sólo porque hay un acercamiento físico donde compartimos un hábitat, sino porque además necesitamos del calor del otro, de la caricia aunque sea accidental, del beso a veces inoportuno. Hoy mas que nunca me doy cuenta de esto, debemos reaccionar y hacer que la moneda se de vuelta y muestre la cara del amor, tapando la del miedo, para poder respirar sin temor, y hacer que con el desperezar de la primavera brote un renovado ser.

Recuerdo un viejo poster de los años setenta, que decía: ”PREFIERO MORIR DE PIE, QUE VIVIR ARRODILLADO” y yo, queridos míos… elijo morir de pie.